|    Artículo:   Síndrome de burnout: agotamiento profesional   |

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04-07-2018
El síndrome de burnout —también conocido simplemente como burnout o ‘síndrome del trabajador quemado’— es un tipo de estrés laboral crónico. Esta patología, fue descrita por primera vez en 1969 y al principio se denominó ‘staff burnout’, para referirse al extraño comportamiento que presentaban algunos oficiales de policía de aquella época.

En 1986, las psicólogas norteamericanas Christina Maslach y Susan Jackson definieron el síndrome de burnout como "un síndrome de cansancio emocional, despersonalización, y una menor realización personal, que se da en aquellos individuos que trabajan en contacto con clientes y usuarios". 

El síndrome de burnout —del idioma inglés ‘burn-out’: consumirse o agotarse— se caracteriza por un progresivo agotamiento físico y mental, una falta de motivación absoluta por las tareas realizadas, y en especial, por importantes cambios de comportamiento en quienes lo padecen. Este cambio de actitud, relacionado generalmente con malos modales hacia los demás o con un trato desagradable, es una de las características clave para identificar un caso de burnout. 

Los síntomas del síndrome de burnout son muy similares a los indicios asociados al estrés laboral de modo general, sin embargo, en el caso del burnout pueden aumentar de intensidad, especialmente en cambios de comportamiento o de carácter.

Cambios en el estado de ánimo: se trata de uno de los síntomas principales. Es frecuente que el trabajador se encuentre irritable y de mal humor. En muchas ocasiones los buenos modales desaparecen y se generan conflictos innecesarios con clientes y usuarios. La suspicacia o estar a la defensiva, así como el sarcasmo suelen ser habituales. En algunas ocasiones este cambio de actitud se produce en un sentido totalmente diferente, en el que el trabajador simplemente muestra indiferencia hacia los clientes o usuarios, e incluso hacia los compañeros. Desmotivación: el trabajador pierde toda ilusión por trabajar. Las metas y objetivos dejan paso a la desilusión y al pensamiento de tener que soportar día tras día situaciones estresantes que superan sus capacidades y cada jornada laboral se hace larga e interminable. 

Agotamiento mental: el desgaste gradual que produce el burnout en el trabajador, hace que su resistencia al estrés sea cada vez menor, por lo que al organismo le cuesta cada vez más trabajo hacer frente a los factores que generan ese estrés. Falta de energía y menor rendimiento: se trata de una consecuencia lógica del punto anterior. Como el organismo gestiona de modo deficiente los recursos de los cuales dispone, su capacidad de producción disminuye, por tanto, el rendimiento baja. Además, toda situación de estrés laboral prolongada en el tiempo, produce a mediano y largo plazo un deterioro cognitivo, lo que puede provocar pérdidas de memoria, falta de concentración y mayor dificultad para aprender tareas o habilidades nuevas.

El síndrome de burnout no nos afecta sólo a nivel psicológico, entre los síntomas a nivel físico que produce, podemos encontrar afecciones del sistema locomotor, donde es frecuente la aparición de dolores musculares y articulares, que se dan como resultado de la tensión generada por el estrés laboral y que por lo general están provocadas por contracturas musculares. Otras alteraciones psicosomáticas pueden ser problemas gastrointestinales, cardiovasculares, afecciones de la piel, dolores de cabeza o cefaleas, mareos, alteraciones del apetito sexual y mayor riesgo de obesidad entre otros. 

Aunado a todos los síntomas vistos anteriormente, el síndrome de burnout puede tener consecuencias como las siguientes.

Aumento del riesgo de alcoholismo o consumo de drogas: se ha demostrado que el estrés laboral aumenta el riesgo de conductas perjudiciales, como el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas. En aquellos empleados en que el consumo ya estaba presente, la tendencia es a incrementar el consumo.

Alteraciones del sueño: al igual que otros tipos de estrés laboral, el síndrome de burnout, puede producir dificultades a la hora de conciliar el sueño (insomnio); además, es frecuente que la persona tienda a despertarse repentinamente en varias ocasiones a lo largo de la noche, con el trastorno que ello ocasiona a quien lo sufre.

Baja de las defensas: el síndrome del trabajador quemado repercute negativamente sobre nuestro sistema inmunológico, haciendo que seamos más propensos a sufrir enfermedades infecciosas provenientes del exterior. A su vez, un sistema inmune más débil prolongará la duración de las mismas una vez que las hayamos contraído, e incluso puede provocar situaciones más graves. 

Las consecuencias del burnout se extienden más allá del propio empleado y llegan a afectar a su familia, amigos y pareja, e incluso pueden ocasionar importantes pérdidas económicas a las empresas.

Cualquiera de las siguientes causas puede desencadenar una situación de burnout, especialmente cuando se dan por largos períodos de tiempo y de modo continuo.

Puestos relacionados con atención al público, clientes o usuarios: se da en aquellas posiciones de trabajo en las que el empleado se ve sometido a un contacto continuo con clientes o usuarios, y por consiguiente, a un gran número de quejas, reclamaciones o peticiones por parte de los mismos. Esto puede generar grandes niveles de estrés en el trabajador, y a la larga puede terminar por afectar a su conducta. En la mayoría de las ocasiones, un cliente insatisfecho o descontento con el servicio prestado no suele ser demasiado agradable, y esto puede acabar contagiando la conducta al trabajador.

Elevado nivel de responsabilidad: algunos puestos de trabajo exigen un gran nivel de atención y concentración sobre la tarea realizada; el más mínimo error puede tener consecuencias desastrosas.

Jornadas laborales o turnos demasiado largos: otra de las causas del burnout son las cargas de trabajo demasiado largas. Oficios en los que el empleado debe mantenerse en su puesto por 10, 12 e incluso 16 horas, pueden aumentar drásticamente la posibilidad de padecer este síndrome.

Trabajos monótonos: paradójicamente, los puestos laborales aburridos, repetitivos o carentes de incentivos también pueden ser causa del síndrome de burnout. El trabajador no encuentra ninguna motivación en lo que hace y esto le causa frustración y estrés. Pocas personas gustan de pasar cientos de horas al mes realizando una actividad que no le motiva en absoluto y con la que no se siente cómodo. El estrés laboral y el síndrome de burnout, comparten la mayoría de sus causas.

Determinadas profesiones, como médico, enfermero o docente, denotan ciertas características que las convierten en candidatas de ideales frente a este síndrome. 

Uno de los aspectos clave del síndrome de burnout en médicos y enfermeros es el hecho de tener que tratar con un gran número de pacientes a lo largo de la jornada. Estos usuarios por lo general se encuentran de mal humor debido a factores que escapan del control del personal sanitario, como pueden ser extensos tiempos de espera o tratar con gente irritable, situación que los lleva a descargar su frustración con el profesional, derivando a su vez en un efecto contagio.

Otro aspecto importante, a menudo olvidado, respecto a este efecto contagio es el que se produce entre los propios trabajadores sanitarios. Del mismo modo que la ilusión, la alegría o la motivación se contagian, el pesimismo, la desilusión y la apatía también.

Por último, no podemos olvidar que estos profesionistas se encuentran expuestos de modo continuo al sufrimiento y al dolor ajeno, por lo que están sometidos a una enorme presión emocional. Esto aunado a que en muchas ocasiones la vida de otra persona depende de sus decisiones y sus acciones, lo que supone una fuente de presión difícilmente igualable.

El síndrome de burnout es un mal muy frecuente en los profesionales de la educación. No es inusual ver profesores que siendo jóvenes mostraban una gran vitalidad y pasión por su labor, pero que con el paso del tiempo han perdido toda motivación, se muestran fácilmente irritables o evidencian signos de ansiedad y rechazo frente a cada nueva jornada de trabajo.

Contrario a lo que mucha gente cree, el trabajo del docente no termina en el aula; posterior a sus horas de clase debe corregir trabajos, exámenes, planificar sesiones, preparar materiales para utilizar en clase o reunirse con el resto del equipo docente para tratar diversos asuntos. Esto contribuye a aumentar su carga laboral de modo considerable, lo que sin duda significa un factor más de estrés.

Otro elemento a considerar es el cambio del modelo educativo, en el que el profesor ha perdido la autoridad que tradicionalmente la sociedad le otorgaba, pasando de ser una figura sumamente respetada —e incluso a veces temida— a otra radicalmente opuesta, que carece de recursos de autoridad y es objeto de burlas por parte de sus alumnos. A esto se suma el hecho de que en ocasiones los padres o tutores del alumno reprenden al docente por suspender o castigar a su hijo, lo que termina por generar un gran desgaste emocional.

La falta de recursos formativos para aprender a manejar este tipo de situaciones, como alumnos o grupos conflictivos, es otra de las causas de que el síndrome de burnout sea tan popular entre el profesorado, pues el docente en ocasiones se ve indefenso e incapaz de controlar el orden de una clase, causándole una profunda frustración, que día tras día, genera en él una huella psicológica difícil de borrar.

Por todo ello, no es de extrañar que el personal docente muestre algunas de las más altas tasas de ausentismo y baja laboral por depresión.

La clave para un tratamiento eficaz del síndrome de burnout es detectarlo en sus primeras fases, por lo que cuanto antes trabajemos en el problema tras identificarlo, antes seremos capaces de mantenerlo bajo control.

Por supuesto, la iniciativa en cuanto a su tratamiento puede provenir tanto del propio trabajador como de la empresa o institución para la que trabaja, por lo que es importante que exista buena comunicación entre ambas partes para establecer los mecanismos necesarios y detectar estos casos en etapa temprana, ya sea mediante la realización de cuestionarios o la medición de los niveles de cortisol del empleado.

Las técnicas de relajación como meditación o escuchar música relajante han demostrado ampliamente su eficacia para reducir la ansiedad y mejorar el modo en que los trabajadores se enfrentan al síndrome de burnout. De hecho, está demostrado que este tipo de prácticas aumentan la actividad de aquellas zonas del cerebro encargadas de las emociones positivas, por lo que su práctica regular hará que el trabajador encare los problemas de un modo mucho más productivo. 

No debemos olvidar la parte física del problema. El estrés y el burnout tienden a generar tensión muscular en determinadas zonas del cuerpo, como los hombros o el cuello, lo que a mediano y largo plazo puede suponer la aparición de contracturas musculares, hernias discales y otro tipo de lesiones, agravando la situación. Por ello es importante realizar determinados estiramientos y ejercicios antiestrés como parte de la rutina diaria, e incluso como parte de la rutina laboral si es posible.

La práctica habitual de algún deporte, siempre adaptado a la condición física del trabajador, ha demostrado reducir notablemente los efectos del estrés en el organismo. El deporte nos mantiene activos, mejora la salud de nuestro corazón, músculos y huesos.

No podemos olvidar los enormes beneficios que la ayuda de un profesional puede ofrecernos. Es por eso que la terapia psicológica, individual o grupal, puede hacer que el trabajador desarrolle mecanismos eficaces para afrontar aquellas situaciones que le producen estrés y ansiedad.

Por último, llevar un estilo de vida saludable, evitando el tabaco y el alcohol, o dormir las horas suficientes son sólo algunos de los consejos que pueden ayudar a combatir el estrés y el síndrome de burnout.

Por: Mtra. Alejandra Valencia Gamero*