Este
asunto, lamentablemente, no se reduce únicamente a los estándares superfluos de
la belleza física; surge también una constante comparación con los logros
económicos y sociales. Basta con hojear revistas como “Hola” o “Cosmopolitan”, publicaciones
de sociales y modas más importantes del país y del extranjero, para darnos
cuenta que el estereotipo es claro. La mujer exitosa, que es publicada y
admirada es de tez blanca, con una casa en cierta zona de la ciudad, un ingreso
determinado y la belleza física como prioridad. No encontraremos en ninguna
página a una mujer humilde, sencilla, el ama de casa real que sale todos los
días a trabajar para sacar adelante a su familia con esfuerzo y amor.
Desgraciadamente
esto desarrolla un estrés en la comunidad femenina, sintiendo que no ha logrado
suficiente; que debería hacer más ejercicio y comer menos para tener un cuerpo
como el de tal o cual persona. Esto genera un vacío y una insatisfacción
basados en estándares absurdos, que llevan a la adolescente promedio a seguir
en redes sociales a mujeres que aparentemente lo tienen todo, para seguir su
día a día y sólo sentir mayor frustración y desencanto con su propia realidad.
¿De
dónde surgen estos estereotipos y por qué son tan agresivamente promovidos?
Porque, evidentemente, generan grandes sumas económicas para muchos
corporativos. Detrás se encuentran compañías que se valen de la baja autoestima
de la mujer promedio para vender moda, maquillaje, productos de belleza y mucho
más. Entonces, ¿eso significa qué nos maquillamos por baja autoestima? La
respuesta es sí y no al mismo tiempo. Los publicistas no han logrado determinar
con exactitud esta necesidad, sin embargo, el problema no radica en que nos
maquillemos, sino en que las grandes compañías utilicen estereotipos imposibles
de alcanzar para hacer sentir a la mujer que, mientras no se encuentre bajo
ciertos parámetros, no se le puede considerar exitosa.
Los
años han pasado pero la fórmula continúa. En los años sesenta, Camay (productos de belleza femenina) le
decía a la mujer que no podría encontrar el amor si no tenía una piel suave
como porcelana. Recordemos que en aquellos años el matrimonio era el único símbolo
de felicidad, desarrollo, plenitud y éxito. Actualmente sigue siendo motivo de
felicidad, pero al ingresar al campo laboral, la mujer del siglo XXI ha
descubierto que cuenta con otras facetas que también contribuyen a su
satisfacción personal. De este modo, la publicidad y los medios han encontrado
nuevos mensajes y nuevas formas, bajo la misma premisa: No lograrás el éxito si
no haces esto, si no tienes aquello.
La
mujer necesita encontrar su vocación y sentido para liberarse de estas
presiones sociales infundadas. Una mujer puede ser bonita, aunque no parezca
supermodelo. Una mujer está en su peso ideal cuando se siente excelente y feliz
con su cuerpo. Ese es el punto correcto.
¿Por
qué solemos ser tan condescendientes con otros y tan malas con nosotras mismas?
La mujer tiene la característica de darse a los demás, de querer dar mejores
condiciones para quienes la rodean. Esto es parte de nuestra esencia y no
deberíamos intentar cambiarlo, es algo sumamente positivo. Lo negativo llega al
momento de juzgarse severamente a sí misma, de sentir que necesita ser alguien
más para aumentar su valor.
El
rol de la mujer se ha modificado a través de los años, y en pleno siglo XXI,
cuando más presume de haberse liberado, parece ser más esclava que nunca de los
estereotipos, de las marcas, de las modas y de las ideas impuestas. Cada vez
más alejadas de su esencia real: El amor, el trabajo, la alegría, la
espontaneidad y hasta el esfuerzo, porque los medios de comunicación nos
vendieron la idea de que debemos ser delgadas, pero sin esforzarnos, pues basta
con tomarse una pastilla con dudosos efectos secundarios, y para pertenecer a
esa élite de mujeres delgadas, exitosas y sumergidas en un mundo de
superficialidad.
La
maternidad es una parte intrínseca de la mujer, pero los medios de comunicación
nos han vendido también que la madre que se queda en casa a cuidar de sus hijos
es menos valiosa que aquella que sale a trabajar en una oficina. Así, cada vez
más niños y niñas crecen sin el cuidado de una figura materna que les proteja.
La realidad es que estos tiempos exigen que salgamos a trabajar para aportar a
la economía del hogar, sin embargo, una mujer no vale más o menos que la otra.
Juzgar a la mujer que ha tomado decisiones distintas a las nuestras nos
convierte simplemente en reproductoras del sistema de estereotipos mencionado
anteriormente. Tras cada situación que vemos, generalmente hay otras diez que
no vemos y que son la causa de que cada persona viva su vida de la forma que lo
hace.
La
mujer humaniza al mundo de muchas formas. Le brinda todas sus cualidades para
hacerlo un mejor lugar. Por eso resulta de gran importancia aprender a consumir
la publicidad y los reproductores de estereotipos (películas, telenovelas,
series, revistas, etc.) con gran criterio, sabiendo que el éxito está definido
por nuestro propósito personal y no por el entorno consumista y transgresor de
valores.
*Promotora
de posgrados de Universidad Xochicalco, Campus Ensenada.