|    Artículo:   El estereotipo del éxito en la mujer del siglo XXI   |

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15-03-2018
Los medios de comunicación han sido y continúan siendo un promotor del estándar de medición de éxito ideado por unos cuantos. A través de publicaciones, programas y series de televisión, se establece un modelo a seguir para considerarse pleno y satisfecho socialmente. Este tema ha afectado particularmente a la mujer, quien en pleno siglo XXI continúa comparándose con supermodelos, actrices y otros símbolos posicionados en el colectivo cultural como “guapas” y “exitosas”.

Este asunto, lamentablemente, no se reduce únicamente a los estándares superfluos de la belleza física; surge también una constante comparación con los logros económicos y sociales. Basta con hojear revistas como “Hola” o “Cosmopolitan”, publicaciones de sociales y modas más importantes del país y del extranjero, para darnos cuenta que el estereotipo es claro. La mujer exitosa, que es publicada y admirada es de tez blanca, con una casa en cierta zona de la ciudad, un ingreso determinado y la belleza física como prioridad. No encontraremos en ninguna página a una mujer humilde, sencilla, el ama de casa real que sale todos los días a trabajar para sacar adelante a su familia con esfuerzo y amor.

Desgraciadamente esto desarrolla un estrés en la comunidad femenina, sintiendo que no ha logrado suficiente; que debería hacer más ejercicio y comer menos para tener un cuerpo como el de tal o cual persona. Esto genera un vacío y una insatisfacción basados en estándares absurdos, que llevan a la adolescente promedio a seguir en redes sociales a mujeres que aparentemente lo tienen todo, para seguir su día a día y sólo sentir mayor frustración y desencanto con su propia realidad.

¿De dónde surgen estos estereotipos y por qué son tan agresivamente promovidos? Porque, evidentemente, generan grandes sumas económicas para muchos corporativos. Detrás se encuentran compañías que se valen de la baja autoestima de la mujer promedio para vender moda, maquillaje, productos de belleza y mucho más. Entonces, ¿eso significa qué nos maquillamos por baja autoestima? La respuesta es sí y no al mismo tiempo. Los publicistas no han logrado determinar con exactitud esta necesidad, sin embargo, el problema no radica en que nos maquillemos, sino en que las grandes compañías utilicen estereotipos imposibles de alcanzar para hacer sentir a la mujer que, mientras no se encuentre bajo ciertos parámetros, no se le puede considerar exitosa.

Los años han pasado pero la fórmula continúa. En los años sesenta, Camay (productos de belleza femenina) le decía a la mujer que no podría encontrar el amor si no tenía una piel suave como porcelana. Recordemos que en aquellos años el matrimonio era el único símbolo de felicidad, desarrollo, plenitud y éxito. Actualmente sigue siendo motivo de felicidad, pero al ingresar al campo laboral, la mujer del siglo XXI ha descubierto que cuenta con otras facetas que también contribuyen a su satisfacción personal. De este modo, la publicidad y los medios han encontrado nuevos mensajes y nuevas formas, bajo la misma premisa: No lograrás el éxito si no haces esto, si no tienes aquello.

La mujer necesita encontrar su vocación y sentido para liberarse de estas presiones sociales infundadas. Una mujer puede ser bonita, aunque no parezca supermodelo. Una mujer está en su peso ideal cuando se siente excelente y feliz con su cuerpo. Ese es el punto correcto.

¿Por qué solemos ser tan condescendientes con otros y tan malas con nosotras mismas? La mujer tiene la característica de darse a los demás, de querer dar mejores condiciones para quienes la rodean. Esto es parte de nuestra esencia y no deberíamos intentar cambiarlo, es algo sumamente positivo. Lo negativo llega al momento de juzgarse severamente a sí misma, de sentir que necesita ser alguien más para aumentar su valor.

El rol de la mujer se ha modificado a través de los años, y en pleno siglo XXI, cuando más presume de haberse liberado, parece ser más esclava que nunca de los estereotipos, de las marcas, de las modas y de las ideas impuestas. Cada vez más alejadas de su esencia real: El amor, el trabajo, la alegría, la espontaneidad y hasta el esfuerzo, porque los medios de comunicación nos vendieron la idea de que debemos ser delgadas, pero sin esforzarnos, pues basta con tomarse una pastilla con dudosos efectos secundarios, y para pertenecer a esa élite de mujeres delgadas, exitosas y sumergidas en un mundo de superficialidad.

La maternidad es una parte intrínseca de la mujer, pero los medios de comunicación nos han vendido también que la madre que se queda en casa a cuidar de sus hijos es menos valiosa que aquella que sale a trabajar en una oficina. Así, cada vez más niños y niñas crecen sin el cuidado de una figura materna que les proteja. La realidad es que estos tiempos exigen que salgamos a trabajar para aportar a la economía del hogar, sin embargo, una mujer no vale más o menos que la otra. Juzgar a la mujer que ha tomado decisiones distintas a las nuestras nos convierte simplemente en reproductoras del sistema de estereotipos mencionado anteriormente. Tras cada situación que vemos, generalmente hay otras diez que no vemos y que son la causa de que cada persona viva su vida de la forma que lo hace.

La mujer humaniza al mundo de muchas formas. Le brinda todas sus cualidades para hacerlo un mejor lugar. Por eso resulta de gran importancia aprender a consumir la publicidad y los reproductores de estereotipos (películas, telenovelas, series, revistas, etc.) con gran criterio, sabiendo que el éxito está definido por nuestro propósito personal y no por el entorno consumista y transgresor de valores.

*Promotora de posgrados de Universidad Xochicalco, Campus Ensenada. 

Por: Mtra. Angélica Benítez Villalobos*