El impacto del medio es tal vez más evidente, que los 46 cromosomas que nos conforman como seres humanos. El clima, los paisajes, la alimentación, el folklore local, la región, la estructura familiar y las experiencias de cada uno (contactos humanos durante la infancia, aprendizajes, enfermedades, accidentes, sustos, etc.) van conformando personalidades muy peculiares, de modo que, si ya de por si un bebé mexicano es diferente de un bebé japonés, un mexicano de 40 años que ha vivido en México es aún más distinto.
La cultura es una enorme fuerza determinante de los comportamientos. Es muy estrecha la relación que existe entre la cultura mexicana y la personalidad de los mexicanos, pero nos iremos un poco más atrás en nuestra historia, para comprender el comportamiento de los mexicanos en general.
Un poco de historia.
Al término de la conquista, que fue destrucción y saqueo de
tragedias sin cuento, todo fue alterado, violentado y sometido a un implacable
proceso de desintegración.
Uno de los primeros problemas con el cual convive México es
con el conflicto de ser una nación conquistada económica, política y, sobre
todo, culturalmente. Sus problemas sociales comienzan en las dinámicas
culturales que se generaron en el proceso de la conquista y que continuaron
hasta la colonia.
Según Magdalena Gómez Rivera (1998), una de estas primeras
dinámicas fue valorar al indio a través de la perspectiva cristiana, lo cual
generaba prejuicios negativos a la cultura prehispánica. Mientras tanto, se
valorizaba al español como símbolo de grandeza, orgullo y poderío. Esta
mentalidad fue materializada en la colonia en donde sólo se tomaban en cuenta
las necesidades españolas y se observaba al indio como servidumbre. Con el paso
del tiempo, se fue protegiendo al indio, pero siempre tomando en cuenta primero
los intereses españoles. Ejemplificación de lo anterior, fueron la creación de
castas sociales y la pérdida económica del indio para que no pudiera
desarrollarse y ser autosuficiente. De esta forma, la economía de México
durante esa época fue creciendo gracias a la explotación y esclavitud de los
indios.
Los mexicanos se sienten confundidos entre indígenas y
españoles. Representa al indio de forma
emocional y victimizada, pero al mismo tiempo son conscientes de que la mayoría
de dicha población murió defendiendo su cultura. Por otro lado, se observa al
español con el peyorativo de conquistador, pero es su cultura la que aceptamos
y en la que vivimos. Así, Según Alejandro Villegas (2002) la lucha contra el
colonialismo español, es una lucha en contra de nosotros mismos debido a que
formamos parte de este sector y además lo aceptamos. Luchamos en contra de la
imposición extranjera, pero nos presentamos al mundo como una nación con individuos
sumisos, conquistados y necesitados de auxilio exterior.
Al presentarse como un pueblo sumiso y conquistado, México
se definió como un país incapaz de gobernarse por sí sólo y necesitado de
ayuda. Sin duda, claramente lo es debido a que justo no se identifica como una
nación con sujetos diferentes y no reconoce a su cultura como una con poderío y
con ideas y oportunidades a ofrecer. Como Samuel Ramos (2003) lo menciona, no
se acepta como es e intenta imitar aquello que no es, por tanto, los resultados
negativos ante sus proyectos de gobierno no son sorprendentes, ya que se trata
de inmiscuir en dinámicas económicas, políticas y culturales que no le
corresponden. No acepta que es un país basado en una gran población indígena
que fue conquistada y ahora intenta ser como el conquistador, sin observar que
él, el mexicano, no es ni como el indio glorioso prehispánico, ni como el
conquistador europeo. Lo anterior se lleva practicando desde los periodos
posteriores a la independencia y generó muchos conflictos al intentar
modernizar y occidentalizar a la nación acorde a los patrones dominantes del
momento que eran los europeos.
Al ir corriendo los decenios del siglo XX México ha sufrido
otra conquista: El neocolonialismo del poderoso vecino del Norte, que nos ha
invadido con su diplomacia, con sus transnacionales, con sus productos,
consumistas, con sus espectáculos, con sus modas, su lenguaje, su “American way
of life” (estilo de vida americano), creándonos actitudes ambivalentes, de
admiración y de coraje, de envidia y de rechazo. Sabemos que el coloso
imperialista nos domina, nos controla; que manipula nuestra economía y nuestra
política; que la misma gesta nacionalista que tanto nos enorgullece (la expropiación
petrolera), fue promovida por los norteamericanos para expulsar a sus
competidores (europeos) de México, provocar una disminución de las
exportaciones de petróleo y lograr una dependencia tecnológica petrolera de
México hacia Estados Unidos.
Al final de los años setenta, y todavía ante la euforia de
nuestra recién descubierta riqueza petrolera (“tenemos que aprender a
administrar la abundancia”, advertía el presidente de la república), nos
esperaba otro trauma: El de las devaluaciones que pulverizaron el peso mexicano
y el de la inflación galopante con el consiguiente empequeñecimiento implacable
de los salarios.
Y para rematar la cadena de experiencias traumáticas a nivel colectivo, ahora el problema del control de la natalidad, exigido por la sociedad y reprobado tajantemente por la Iglesia católica, y el del aborto, reprobado por ella misma y por otros grupos e instituciones, en tanto que apoyado por otros mexicanos como arena de modernidad y prenda de la necesaria emancipación femenina.
Comportamiento del mexicano
A raíz de todas las conquistas que hemos sufrido, la mayoría de los mexicanos hemos creados ciertas conductas y comportamientos que nos caracterizan y que impide en gran medida que podamos ser un país desarrollado, entre estas destacan:
Complejo de inferioridad: La consolidación de la identidad mexicana se encarnó en un complejo de inferioridad, impuesto por una mentalidad europea a la cual le hemos creído y le seguimos creyendo (Gómez Rivera, 1998). Es decir, en el proceso de conquista y colonización se le hizo creer al indio y, sobre todo, al mexicano ya mestizado, que él era inferior a cualquiera sujeto proveniente de Europa. El mexicano de este momento y el actual afirmaban y afirman dicho pensamiento en su vida cotidiana. Así, se creó un sincretismo cultural que se diferenciaba de los españoles, pero al mismo tiempo se menospreciaba, se reconocía el poderío y apogeo cultural prehispánico como forma de diferenciación de los americanos con respecto a los españoles, pero aún se tenían y tienen en el inconsciente nacional un sentimiento de inferioridad a comparación de la cultura europea.
Mediocridad y conformismo: Traemos arrastrando un condicionamiento desde la época de la conquista, que ha reinado hasta la actualidad. Cuando los españoles llegaron a México, encontraron una gran riqueza de recursos, lo que lo hizo convertirse en el país más improductivo de Europa. Lo mismo que les sucedió a los mexicanos cuando descubrieron el oro negro, que, siendo un recurso natural no renovable, seguimos explotándolo.
Matriarcado: La mujer al unirse al español traicionaba su raza y a su cultura, pero era forzada a ello; los hijos crecían a la sombra de la madre y lejos del padre, y desde entonces la familia mexicana sufre de exceso de madre y falta de padre. El mestizo era entonces un auténtico “hijo de su madre”, no aceptado ni en el mundo criollo al que aspiraba ni integrado en el mundo indio que podía ofrecerle seguridad y calor.
Machismo: La conquista vino a reforzar este desequilibrio, no sólo por las características de la cultura hispánica, sino porque aquí se construyó otra cara en función del carácter de dominación que se asumió en el encuentro de dos mundos. La valoración que hizo el español de la mujer indígena fue negativa: Ella fue devaluada. Por eso el mexicano no puede ser un “rajado”, si lo hiciera, se equiparía a la mujer y más aun a la indígena, madre del mestizo quien pulió ese concepto devaluatorio hacia la mujer para favorecer el machismo.
Nacionalismo: El nacionalismo mexicano es considerado como uno de los más fuertes que, a pesar de las grandes diferencias ideológicas, raciales, lingüísticas, económicas y políticas que coexisten y conviven en el México actual, la federación del país se ha mantenido unida en un concepto propio de identidad nacional que está matizada por el federalismo, la lengua española y la igualdad de derechos (negando la esclavitud y todo título nobiliario).
Como nos ve el resto del mundo
Internacionalmente reconocidos por nuestra alegría, amabilidad y caluroso corazón, México se jacta de ser un país único por el optimismo de su gente. Y esto no lo dice solo la voz popular, también lo dicen el Better Life Index 2013 y el reporte How’s Life 2013 de la OCDE que muestran a México como uno de los países más felices y con mayor satisfacción de vida entre los miembros del mismo grupo.
* Docente de tiempo completo en la licenciatura en Criminalística de Universidad Xochicalco Campus Ensenada