|    Artículo:   Los siete sabios   |

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17-01-2018
En México hay una selecta generación de intelectuales, se les ha llamado Los Siete Sabios o La Generación de 1915. Quizá la designación del nombre se deba a una analogía con los siete sabios de la Grecia antigua, aunque quizá no se apegara estrictamente a la definición de la Real Academia o a la de Tales de Mileto.

La definición de sabio, según la Real Academia de la Lengua, nos dice de “quién posee sabiduría, sensato, prudente. Todo ello con relación a los personajes de la tradición griega que personificaban la sabiduría racional; de sentido más práctico que teórico”. Según Platón éstos siete sabios eran: 1.- Tales (625/624-547/546 a.C.). Vivió y murió en Mileto en la costa de Jonia (hoy provincia de Aydin en Turquía). Filósofo, matemático, astrónomo, físico, consejero político, etc. 2.- Solón (poeta, reformador, político, legislador y estadista ateniense (638-558 a.C.). 3.- Pitaco (de Mitilene, Lesbos. 640-568 a.C.). General y monarca ejemplar de su ciudad. 4.- Cleóbulo, ( 600-? a.C.) Tirano de Lindos, Rodas. Se distinguió por un excelente gobierno. 5.- Bías de Priene (siglo VI a.C. Priene en Caria, Asia Menor). Para muchos fue el más sabio de todos. Se destacó por su bondad, su sabiduría y el tesoro de sus pensamientos. 6.- Misón de Quenas (650-550 a.C.). Nació en Quenas; lugar de difícil ubicación y escasa bibliografía. 7.- Quillón (Quilón) de Lacedemonia (siglo VI a.C.). Región de Laconia, cuya ciudad más importante fue Esparta. Éforo (magistrado), elaboró gran parte de la constitución atribuida a Licurgo.

En México hay una selecta generación de intelectuales, se les ha llamado Los Siete Sabios o La Generación de 1915. Quizá la designación del nombre se deba a una analogía con los siete sabios de la Grecia antigua, aunque quizá no se apegara estrictamente a la definición de la Real Academia o a la de Tales de Mileto. Lo cierto es que todos ellos fueron estudiantes de la Escuela de Leyes concluyendo sus estudios hacia 1918. Estos jóvenes considerados sabios fueron: 1.- Antonio Castro Leal, originario de San Luis Potosí, nació en 1896 y murió en 1981. Fue alumno de la Escuela Nacional Preparatoria y obtuvo su título universitario como abogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Posteriormente alcanzó el grado de doctor por la Universidad Nacional de México y el de doctor en filosofía por la Universidad de Georgetown, en Washington, cuando era sumamente extraño que un mexicano estudiara una especialización en alguna universidad extranjera. Fue el último rector de la Universidad Nacional de México ante de alcanzar la autonomía. En su actividad laboral, entre varias actividades, incursionó en la política como diputado durante el periodo de 1958-1961. Fue embajador ante la Unesco (1949-1952) e ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua (1953) como miembro numerario, ocupando la silla XX. 2.- Alberto Vásquez del Mercado: Nació en Chilpancingo, Gro., en el año de 1893, y murió en la Ciudad de México hacia 1980. Fue alumno de la Escuela Nacional Preparatoria donde conoció a Antonio Castro Leal, Manuel Toussaint y Teófilo Olea y Leyva. Como oyente asistió a la Escuela Nacional de Altos Estudios (1912-1914) y por su amistad con Pedro Henríquez Ureña se acercó a Antonio Caso, Alfonso Reyes, y demás integrantes del Ateneo de la Juventud Mexicana. Así mismo entabló amistad con Jesús T. Acevedo, Alfonso Cravioto, Carlos González Peña, Carlos Díaz Dufoo, Julio Torri Maynes, etc. Incursionó también en política ocupando diversos cargos en la administración pública. Fue ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (1928). En 1940 y tras perder las elecciones presidenciales Juan Andreu Almazán ante Manuel Ávila Camacho, le ofreció la presidencia provisional de la República mientras se levantaba en armas contra el fraude electoral auspiciado por Lázaro Cárdenas en favor del llamado Presidente Caballero. Al no aceptar se retiró a la vida privada para continuar ejerciendo su profesión. 3.- Vicente Lombardo Toledano (Teziutlán, Puebla 1894-Cuidad de México 1968). De tendencias marxistas fue sindicalista, político, y filósofo. Durante su instrucción básica en su ciudad natal fue compañero de los hermanos Ávila Camacho (Maximino y Manuel). Maximino invariablemente se expresó mal de él durante toda su vida. Gonzalo N. Santos, el cacique de San Luis Potosí, en su libro Memorias, es bastante claro al referir los comentarios peyorativos que mantuvo invariablemente Maximino hacia el creador del Partido Socialista. Egresado de la Escuela Nacional Preparatoria obtuvo el grado de abogado por la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Posteriormente alcanzó el grado de doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Quizá él, junto con Gómez Morín, de todos sus compañeros, fueron quienes penetraron con mayor fuerza en las actividades políticas. Ejerció el cargo de Secretario General de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en el periodo de 1936 a 1940, así como de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), y vicepresidente de la Federación Sindical Mundial de tendencia comunista y marxista leninista. De clara inclinación comunista, nunca perteneció al Partido Comunista Mexicano (PCM). Fue Diputado y Oficial Mayor del Gobierno del Distrito Federal; Regidor del Ayuntamiento de la Ciudad de México y gobernador interino de Puebla (1924-1925). Director de la Escuela Nacional Preparatoria y fundador de la Universidad Obrera (1936). En 1948 fundó el Partido Popular que a partir de 1960 se le añadió el nombre de Socialista (PPS). 4.- Teófilo Olea y Leyva. Nació en la hacienda de San Salvador, Miacatlán, Morelos en el año de 1895 y murió en 1956 en la Ciudad de México. Fue alumno de la Escuela Nacional Preparatoria y abogado por la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Posteriormente obtuvo el grado de doctor en Filosofía por la Universidad Nacional. Según Antonio Caso, del grupo de los 7, “era (el) más bondadoso, esforzado y tolerante”. Combinó sus actividades con la política, docencia y algunos cargos militares de suma importancia. 5.- Alfonso Caso (Ciudad de México 1896-1970), hermano de Antonio, se graduó de abogado en 1919 y posteriormente de arqueólogo. Fue miembro de la Academia de Historia y director del INAH; así como rector de la UNAM. Participó en la fundación del Instituto Nacional Indigenista que dirigió de 1940 a 1970, entre otros cargos dentro de la administración pública. Realizó notables aportaciones en las excavaciones de Monte Albán, sobre todo en la Tumba 7 y en las restauraciones. Recibió el Premio Nacional de Ciencias en 1960. Escribió varias obras sobre las culturas mixteca, zapoteca y mexica. 6.- Manuel Gómez Morín. Nació en Batopilas, Chihuahua en 1897 y murió en la Ciudad de México en 1972. Fundó el Partido Acción Nacional (PAN) junto con otras personas y fue rector de la UNAM. Inició su bachillerato en la escuela María Inmaculada de la ciudad de León, Gto. Terminando el año de 1913 se mudó a la Ciudad de México e ingresó, para concluir la preparatoria en la Escuela Nacional Preparatoria. Se inscribió en la Escuela de Jurisprudencia y obtuvo el título de abogado a los 21 años. Fue profesor titular de Derecho Político y Derecho Constitucional en la Universidad Nacional de México, incluso antes de obtener el grado de abogado. Se unió a la lucha por alcanzar la autonomía de la universidad. Instaló su despacho de abogado y lo conservó hasta su muerte. Formó parte del Consejo de Administración del Banco de México (1925-1928). Recibió el Doctorado Honoris Causa por la UNAM (1934). Ocupó varios cargos públicos como el de Subsecretario de Hacienda, Presidente del Consejo de Administración del Banco de México, miembro de la Comisión de organización de BANOBRAS, etc. En 2004 su cuerpo fue trasladado a la Rotonda de las Personas Ilustres y en 2013 le fue entregada la medalla Belisario Domínguez post mortem. 7.- Jesús Moreno Baca. Nació en Parral en 1893 y murió en la Ciudad de México en 1926. El grado de abogado por la Escuela de Jurisprudencia lo obtuvo en 1917. Se le asignó como juez interino en el juzgado primero de lo Penal. Contribuyó a resolver varios crímenes que impactaron a la sociedad mexicana. Su destacada actuación como estudiante y sobresaliente inteligencia le valió para pertenecer al grupo de la generación de 1915.

Muchas personas han intentado incluir en la lista de los 7 a otros personajes, que si bien se distinguieron por lo avanzado de sus ideas, no pertenecieron a esa generación de 1915. Tal es el caso de Daniel Cosío Villegas, Jaime Torres Bodet, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Miguel Palacios Macedo y Narciso Bassols. Ellos se deben a “una nueva generación, la de vanguardia, con una sensibilidad y unos proyectos distintos, en cierta forma, a los de la generación de 1915”. En realidad eran condiscípulos en la misma institución pero en grados inferiores. Incluso Cosío Villegas recién comenzaba la carrera cuando los Siete mencionados la estaban concluyendo.

Los Siete Sabios despertaron a la vida política, intelectual y humanista junto con tres eventos que fueron acompañados de una alta dosis de desgracia física, moral y psicológica que afectó a gran parte de la humanidad: la guerra mundial, la revolución rusa y la revolución mexicana. Acontecimientos que sostuvieron una belicosidad nunca antes vista contraria en todo sentido a la constitución de las ideas y alejadas de cualquier acercamiento al bien común y, que al fin, se transformó en compañera de la vergüenza. El campo de batalla se instaló en las mismas ciudades sin importar la afectación a niños, mujeres y ancianos. La guerra total era su principal característica. Las ideas necesariamente tuvieron que reflejar este atropellamiento brutal de los derechos humanos y de las instituciones. Todos los integrantes del grupo de Los Siete Sabios fueron “más actores que escritores”. Quizá por esta razón no existe más que una bibliografía que pudiéramos calificar de raquítica y en muchos sentidos su obra ha sido ignorada en un porcentaje sumamente alto. Quizá de este inconveniente sólo se salvarían Gómez Morín y Lombardo Toledano.

Los antecedentes intelectuales del grupo de estudiantes de la generación 1915 de la Escuela de Jurisprudencia, los encontramos en el Ateneo de la Juventud fundado en 1909, manteniéndose en activo hasta 1914. Llegó a contar entre sus filas a casi 100 miembros. Los principales integrantes de aquel grupo fueron: Pedro Enríquez Ureña (dominicano), Alfonso Reyes, Antonio Caso, Julio Torri y José Vasconcelos. Todos ellos se oponían de manera contundente “a la calma y pasividad del clima intelectual que vivía México”, así como categóricamente al positivismo en todas sus manifestaciones. Y al hacerlo irremediablemente arremetían radicalmente contra el sistema porfirista. “En el orden de la inteligencia pura, puede decirse que el Ateneo constituyó el preludio de la Revolución mexicana”. Aunque para muchos estudiosos no influyeron decididamente en el movimiento armado ya que éste prácticamente careció de una clara ideología. Los caminos que proporcionan las ideas se encuentra por mucho escondida en el pensamiento de los líderes de la guerra civil; si es que en todo caso se puede descubrir alguna. Incluso Leopoldo Zea en su obra El positivismo en México, nos asegura que esta doctrina filosófica no fue totalmente abandonada por los intelectuales del Ateneo ya que en realidad proponían una reforma educativa, en la que prevaleciera la libertad de pensamiento y que estuviera acompañada por un nuevo orden donde “la religión no paralizara el progreso intelectual y la formación de nuevas ideas”. No obstante, Justo Sierra, a pesar de actuar como fiel partidario de Comte y uno de los mayores defensores del positivismo y del régimen dictatorial, miembro destacado de Los Científicos (Enrique Creel, Guillermo Landa y Escandón, José Ives Limantour, Emilio Rabasa, Joaquín Casasús, Ramón Corral, Alfredo Chavero, etc.) logró del régimen de Díaz abrir las puertas de la Universidad Nacional en septiembre de 1910. La Escuela de Altos Estudios convertida en Facultad de Filosofía y Letras cobijó nuevamente a la filosofía, incluso incluyó a la vapuleada y mal entendida metafísica. “Además miembros del Ateneo y otros intelectuales lograron fundar la primera Universidad Popular el 13 de diciembre de 1912, que habría de durar diez años”.

La generación de 1915 íntimamente surgió con el movimiento revolucionario en México. Una de sus principales preocupaciones era la propagación de la cultura entre los estudiantes universitarios. Se consideraron miembros y fundadores de la Sociedad de Conferencias y Conciertos de la propia universidad. En síntesis, “más que por sus realizaciones, esta generación se caracteriza por su búsqueda en un amplio panorama de intereses intelectuales”. Las ideas recibidas principalmente de Caso y Vasconcelos fueron plenamente absorbidas. El nombre de Los Siete Sabios aparentemente fue asignado por la admiración que les profesaban sus propios compañeros de escuela al considerar lo destacado de su desempeño académico y el cultivo de su propio conocimiento. Compartieron una “formación recibida, primeramente en la Escuela Nacional Preparatoria; después, ya especializada, en la Escuela de Jurisprudencia, donde todos optaron por el título de abogado en 1919”. La tendencia “por participar en la solución práctica de los problemas que la confusa situación revolucionaria de su época les planteaba”, les ocupó su actividad. Las posiciones desde dónde enfocaron su ejercicio profesional fue distinta, así como su impacto social. Una vez adquirido el título profesional llevaron una vida pública activa pero cada quién en distintos frentes. En solitario partieron ligados al sistema político y cultural. Es claro que su contribución en estos ámbitos fue importante, pero quedó lejos de lo que hubiera significado la fuerza grupal. Cierto que el contexto de su época era complicado por la inestabilidad constante en todos los ámbitos de la vida nacional. Las personas se encontraban más preocupadas por conseguir los medios de subsistencia que por otra cosa. Los vaivenes políticos y económicos provocados por las revueltas guerrilleras, hacían prácticamente imposible imaginarse siquiera que existieran otros aspectos relevantes. Había primero que comer y luego lo que siguiera, pero como escaseaba lo primero, lo demás era lo de menos…

Ya desde la creación del Ateneo de la Juventud y con el grupo de la generación de 1915, México incursionó, aunque de manera tímida, “en la actitud de crítica, de discusión, de prudente discernimiento, y no ya de aceptación respetuosa, ante la producción intelectual y artística de los países extranjeros”. Se intentó encontrar las bases para rescatar y promover una cultura original. No obstante ni José Vasconcelos Calderón con su Raza Cósmica, pudo impactar en el México que constantemente atribuye a todos los demás sus desgracias y, que incluso, se burla de ellas. El sobajamiento aceptado y consentido siguió operando con grandeza. Pareciera que nuestra tierra nativa sólo sirve para las imitaciones; y no siempre de buena calidad.

La agitación política iniciada en 1910 continuaba su rumbo ensanchándose cada día más en todas sus nefastas consecuencias. Hacia 1916 toda intelectualidad parecía penetrar en el abandono. La renovación universitaria que toda institución de este tipo requiere, se acercaba a sus últimos intentos con un ánimo impulsado por la anticipada derrota. No obstante, para 1920 recibe con fuerza un cambio de orientación sobre todo en la Sociología, Economía Política y Derecho. La transformación se originó con el ímpetu característico que motiva a la juventud a actuar: Algunos de los llamados Siete Sabios, volcaron todo su esfuerzo en alcanzar lo mejor posible la necesaria transformación universitaria. Por ejemplo la coordinación de la nueva estructura del plan de estudios jurídicos se debió casi en su totalidad a Gómez Morín, así mismo Lombardo Toledano trabajó en las definiciones de Derecho Público. Destacaron también Alfonso Caso y otros. Incluso Cosío Villegas, que sin pertenecer a esa generación, como se apuntó anteriormente, trabajó intentando crear “sociología aplicada al país con su obra, Sociología mexicana”. Existió el ánimo por extender la cultura; es decir, no extraviarla. Sin embargo, como apuntó Pedro Henríquez Ureña en su obra El Ateneo de la Juventud, “durante años, México estuvo sólo, entregado a sus propios recursos espirituales. Sus guerras civiles, que parecían inaplacables; la hostilidad frecuente de los capitalistas y los gobernantes de Estados Unidos, y finalmente el conflicto europeo, dejaron al país aislado”.

La generación de 1915 estableció para los años siguientes los puntos esenciales para seguir e incrementar la cultura; sobre todo en lo que se refería a descubrir a México. Aquel forzado aislamiento que impuso la guerra civil mal llamada Revolución Mexicana, la Europa convulsionada por la Gran Guerra, y la intervención de Estados Unidos en ese conflicto, “favoreció el desarrollo de un sentido de autonomía y el que los intelectuales volvieran los ojos hacia los problemas mexicanos”.

En el periodo que transcurrió de 1925 a 1930 surgieron otros intelectuales llamados Los Contemporáneos, (Jorge Cuesta, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, etc.) con Antonieta Rivas Mercado como mecenas. Organizados desde 1928, atacaron al intelectualismo de Caso y el romanticismo filosófico de Vasconcelos. El filósofo Samuel Ramos asegura en su obra El perfil del hombre y la cultura en México (1934) que: “El origen de todos los males mexicanos está en el afán de imitación; la cultura mexicana no es más que una copia simiesca de la europea”. Y como solución recomienda en la misma obra: “…los mexicanos deben de tratar de ser mexicanos, de ser ellos mismos; es decir, de adoptar una cultura viviente”. Quizá, aunque sólo tuviera el fundamento de un experimento, valdría la pena intentarlo.

Por: Mtro. Arturo Gutiérrez de Alba